terça-feira, 28 de maio de 2019

Mi despedida del IES San Clemente

Después de cuatro años fantásticos, se acaba mi estancia como auxiliar de conversación en el IES San Clemente. Aprendí y evolucioné mucho desde que empecé en octubre de 2015, tanto en el ámbito profesional como en el personal. Aprovecharé este último artículo para reflexionar acerca de las experiencias vividas en el instituto y compartir parte del conocimiento que he adquirido a lo largo de estos años.

Llegué al IES San Clemente casi sin experiencia docente y ni idea de lo que me esperaba. Tras hablar con la anterior auxiliar e intercambiar algunos correos electrónicos con mi coordinadora de los primeros dos años, Eva, tenía una idea general de cómo era el centro. Sabía que me iban a recibir bien pero aun así, no me sentía suficientemente preparada para comenzar esta nueva aventura y estaba nerviosa. Mis primeras experiencias con la gente en el instituto superaron mis expectativas. La recepción fue acogedora, Eva fue increíblemente amable e incluso me llevó por la zona vieja como guía personal el día en que nos conocimos. Es curioso recordar ese día y lo perdida que me sentía, ya que ahora creo que podría caminar por Santiago con los ojos cerrados.

Las primeras semanas supusieron un reto importante. Conocí a todos los alumnos y alumnas por primera vez, y para muchos fue también su primera clase con una hablante nativa del inglés. No sabía cómo sería su nivel de inglés, ni si estarían interesados en practicar el idioma. Esas primeras semanas fueron una época de ajustes—me costó averiguar cómo ser útil, tanto para los profesores como para los alumnos, y hubo muchas veces en las que me estresé planeando actividades y creando lecciones divertidas y educativas.

No tardé en darme cuenta de que a ninguno de los alumnos le interesaban lecciones básicas de gramática. Todos habían recibido ya este tipo de clases. Esta era una oportunidad de poner sus habilidades a prueba por primera vez y practicar conversación de una manera natural. Pero el mayor desafío fue planear actividades que les gustasen a todos. Descubrí que unos alumnos tenían un nivel de inglés muy básico y otros lo hablaban fluidamente. Olvidando todas las ideas que pudiese tener acerca de lecciones de gramática, decidí comenzar a adaptar las clases para atender a todos los alumnos a pesar de la diversidad de niveles.

Descubrí que la mejor manera de hacerlo era a través de juegos. Los alumnos y alumnas empezaron a abrirse y participar más en clase desde el primer día que traje juegos. A veces creé juegos de “quiz,” por ejemplo “Jeopardy,” para repasar en inglés la materia técnica en la que colaboraba. Otras veces hice juegos de trabajo en equipo, como “Taboo,” para que el alumnado pensase de una manera creativa. Y otras muchas y diversas actividades. Este tipo de actividad permitió que los alumnos participaran lo mejor que podían—los que tenían niveles más bajos podían contribuir con unas cuantas palabras, mientras que aquellos con niveles más avanzados podían elaborar sus ideas con más detalle.

No sólo aprendí en el ámbito profesional sino también en el personal. Gané confianza en mí misma, desarrollé mi creatividad mientras ideaba nuevas actividades para usar en el aula. Al principio dudaba mucho de mi eficacia como auxiliar de inglés, pero me fui sintiendo cada vez mejor al ver los resultados obtenidos con el alumnado. Algunos de los mejores días fueron aquellos en los que llevaba vídeos o artículos en inglés y eran los alumnos quienes dirigían la conversación y la discusión del tema de forma natural, sin necesidad de estar forzándolos a intervenir. Podía ver que estaban practicando el idioma porque querían, y no porque se sintiesen obligados a hacerlo.

Aunque todas estas experiencias fueron increíbles, trabajar como profesora en cualquier capacidad, incluso como asistente, tiene sus retos. Siempre habrá alumnos desmotivados o sin interés en aprender el inglés. Es frustrante ver esa falta de entusiasmo, pero tienes que acordarte de que es imposible ser la profesora perfecta para todo el mundo. Lo único que puedes hacer es intentar incluir a todos, y esperar que tantos alumnos como sea posible aprendan gracias a poder practicar el inglés con una hablante nativa.

Ser auxiliar de inglés es más que simplemente compartir el idioma. También incluye compartir la cultura. Aunque prepararé presentaciones y enseñé videos sobre aspectos específicos de la cultura de los Estados Unidos, descubrí que la mayoría del tiempo compartía mi cultura a través de conversaciones que surgían de manera natural en clase. Compartir historias sobre mi niñez o experiencias educativas, o comparar tradiciones gallegas con las de Estados Unidos después de una pregunta curiosa de un alumno, fue la forma más habitual de compartir con mis alumnos la cultura de mi país. Incluso cuestiones tan básicas como el léxico que uso, mi entonación o pronunciación de ciertas palabras o frases, fueron formas de compartir cultura. A veces ayuda más a entender una cultura conocer y tratar con las personas que la poseen y lo que las hace diferentes, que impartir una clase sobre las tradiciones y las costumbres generales de un país.

IES San Clemente es un lugar especial, y siempre recordaré con cariño los cuatro años que pasé aquí. He conocido allí profesores y alumnos muy entrañables, que nunca olvidaré y con los que seguiré en contacto. Me iré del centro al final de mayo sabiendo que me convertí en una versión mejorada de mi misma, y espero que mis alumnos opinen igual.

Gracias por todo, IES San Clemente. Te echaré de menos.

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